La Parla Enguerina, tal como nosotros la hemos heredado,
es una forma de hablar –y también de escribir- que ha precisado siglos de
creación. Es como un edificio noble –un monumento- que ha sido levantado
–construido- poco a poco a lo largo de
mucho tiempo. En él podemos observar las poderosas herencias de romanos
y árabes, de aragoneses, catalanes y castellanos. Pero también, en ese conjunto
de palabras enguerinas, encontramos constantes muestras de la capacidad
inventiva de los hombres y mujeres que nos precedieron. Capacidad de inventar y
de crear palabras nuevas, de imaginar las frases, dichos y charrás que nos identifican. Pero también capacidad, como veremos
enseguida, de transformar y adaptar a nuestra forma de ser una serie de
palabras recibidas del castellano o del catalán valenciano hasta darles el
sentido que nos interesa. Esa misma capacidad de nuestros paisanos ha existido
–y aún existe- si hablamos de la afición a escribir romances, sainetes, cuentos
y demás formas literarias que han hecho de esa Parla una lengua propia. En pocas poblaciones de tamaño similar a
Enguera encontraremos un conjunto de hombres y mujeres que, a lo largo de los
dos últimos siglos, hayan dejado una abundancia similar, una riqueza tal de
textos escritos en la forma de hablar propia como ocurre entre nosotros con la Parla Enguerina.
Vista aérea de las ruinas del Castillo de la Encomienda
Por eso, hemos de
insistir en la importancia de conservar esta herencia recibida, de mantenerla
viva en nuestro hablar diario, cosa que aún hacen muchos enguerinos. Pero
también en la necesidad de arreplegar,
estudiar, guardar y difundir cuantos materiales de todo tipo contengan algún
aspecto de nuestra Parla Enguerina.
En esa tarea estamos empeñados algunos. Pero somos conscientes de que todos
podemos colaborar, cada uno a su medida, a su manera.
Matías Aparicio