Lo que llamamos “Parla Enguerina” es el conjunto formado por una serie de elementos diversos y variados, todos ellos necesarios para componer esta forma de hablar que nos distingue. Las palabras que usamos (nombres, verbos, adjetivos, pronombres, artículos, etc.) salen de nuestra boca formando frases y oraciones más o menos complicadas. Además hemos de valorar, entre otras circunstancias, el sonido concreto, el tono especial con que se pronuncian y también los gestos (rostro, manos…) con que las acompañamos. Solo teniendo en cuenta estos detalles, aquellas (las palabras) adquieren su sentido pleno y entero, aquel que quisimos darles cuando salieron de nuestra boca. Un sonido tan simple como el “SI”, puede significar cosas muy diferentes según el contexto en que lo digamos y el tono y el gesto que utilicemos. Podemos hacer la prueba.
Pues bien, a lo largo del tiempo todos estos elementos han ido cambiando en la Parla Enguerina del mismo modo que en las demás lenguas. Entre nosotros, especialmente es notable el cambio que se ha dado en dos aspectos: en el uso de algunas palabras y en el sonido con que hoy pronunciamos otras. Son innumerables las palabras enguerinas que ya no se usan en nuestras conversaciones normales. Los mayores aún las recuerdan y a veces las dicen, pero han desaparecido del vocabulario habitual de aquellos que no sobrepasan los cincuenta años.
Hoy vamos a detenernos especialmente en una serie de palabras que algunos de nuestros mayores aún retienen, aunque hayan desaparecido de la circulación. He aquí algunas de ellas.